En los últimos años, América Latina ha sido testigo de una profunda transformación política. Desde el ascenso de nuevos liderazgos hasta el repliegue de movimientos ideológicos tradicionales, el tablero electoral se ha redibujado con una velocidad que desafía a los estrategas más experimentados. Para quienes trabajamos en marketing político, entender esta metamorfosis no es solo útil: es esencial.
El
péndulo ideológico: ¿fin de la marea rosa?
Durante
la primera década del siglo XXI, la región vivió lo que se denominó la “marea
rosa”: una oleada de gobiernos de izquierda o centroizquierda que prometían
justicia social y redistribución económica. Sin embargo, en la última década,
esta tendencia ha enfrentado un retroceso. Países como Ecuador, Argentina y
Paraguay han optado por liderazgos más conservadores, marcando el fin del
kirchnerismo y el anticorreísmo.
Pero
cuidado: no se trata de un giro uniforme hacia la derecha. En México, Claudia
Sheinbaum, sucesora de AMLO, ganó las elecciones presidenciales, asegurando la
continuidad del partido Morena. En Brasil, Lula da Silva sigue liderando las
encuestas para 2026, con una izquierda más pragmática y menos ideologizada. El
marketing político debe adaptarse a esta fragmentación: ya no hay bloques
ideológicos sólidos, sino electorados volátiles y emocionalmente polarizados.
Nuevas
reglas, nuevos retos
Chile ha
introducido el voto obligatorio y Perú ha reinstaurado el Congreso bicameral.
Estos cambios institucionales alteran el comportamiento electoral y exigen
nuevas estrategias de movilización. El marketing político debe ahora considerar
no solo el mensaje, sino también el diseño institucional que lo canaliza.
Además,
el fenómeno del “voto de castigo” ha sido recurrente. La ciudadanía, harta de
la corrupción y la ineficiencia, ha optado por outsiders y figuras disruptivas.
Javier Milei en Argentina es un ejemplo claro: su estilo provocador y su
narrativa antisistema conectaron con un electorado desencantado.
Comunicación
política en tiempos VICA
La región
vive en un entorno VICA: Volátil, Incierto, Complejo y Ambiguo. La
polarización, la fragmentación partidaria y la desconfianza institucional
obligan a los equipos de campaña a ser más ágiles, más empáticos y más
digitales. El storytelling político debe ser emocional, pero también veraz;
disruptivo, pero no irresponsable.
En este
contexto, el marketing político debe dejar de ser solo persuasivo para
convertirse en pedagógico. Explicar, conectar y movilizar son ahora verbos
clave. Las redes sociales no son solo canales: son arenas de batalla simbólica.
¿Hacia
dónde vamos?
La
reconfiguración del mapa político latinoamericano no responde a una lógica
lineal. Hay avances y retrocesos, rupturas y continuidades. Lo que sí está
claro es que el marketing político debe evolucionar. Ya no basta con segmentar
por edad o clase social: hay que entender las emociones, los miedos y las
esperanzas que mueven a cada votante.
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